¿Cuál es el vestido perfecto? ¿Qué ponerse para una noche especial? Generalmente, salimos del apuro con un atuendo negro, zapatillas de tacón, accesorios modestos y el entendimiento absoluto de que te ves bien… así de seco, así de simple. Pero existe una variante. La prerrogativa de portar no sólo el vestido que te hace ver bella, sino el que te hace SENTIR hermosa. La eterna e irónica lucha del mundo de la moda es la de conseguir más estilismos individuales y menos looks asustadizos que sólo adoptan las tendencias por el temor al qué dirán.
Cuando cae la noche, la belleza es menos victimaria, más atrevida. Tu cuerpo sólo espera la tela que erize la piel y enardezca los sentidos. Qué más da si es barato o caro, lo verdaderamente importante es la expresión de la esencia propia. Hay tantas oportunidades, tantos matices que resulta un pecado atenerse a lo obvio por miedo al juicio ajeno. Las mujeres bonitas llevan el vestido perfecto, las hermosas se arriesgan a desconocer la perfección y a darle paso a un sentimiento.
Las posibilidades son infinitas, al diablo si no combina o combina de más; qué importa si el vestido es azul cuando todas van de negro; o si llevas turquesas en lugar de diamantes. La gente no te mira porque hayas faltado a las reglas de etiqueta, te miran porque luces espectacular (y distinta).
Vogue, Harper’s Bazaar, Elle, Chanel, Valentino, Dior, Wintour y Roitfeld son nombres que nacieron para inspirarte, no para confundirte. La mejor opción y “la última moda” es la que se crea, no la que se copia. Las mujeres que son fieles a sí mismas son las que se convierten en íconos. Las que siguen el incansable paso de la moda terminan víctimas y olvidadas como cualquier tendencia. La próxima vez que debas atender a una gala nocturna y te pares delante de tu armario, tan sólo pregúntate cuál de estas dos damas prefieres ser. La respuesta será tu mejor vestido.